Por último

"...haber estado complicado con el viento que siempre tiene razón,
con la tierra y el agua y con la hierba que siempre tienen razón."
(R.G.A.)

29.9.08

Crisis bursátil: ¿De quienes y para quienes? Expertos en socializar las pérdidas

Por Enrique Martínez *

Quienes creemos que es necesario acceder a una sociedad más justa, contamos con un flanco débil en relación con quienes construyen y disfrutan la inequidad. Estos últimos no necesitan esforzarse para ser coherentes. Les basta poner en un altar al “dios dinero” y considerar como fin supremo la búsqueda del lucro, reclamando que nadie se interponga, tampoco el Estado. En cambio, nosotros tendemos a redefinir el camino a partir de cada crisis, asignando a los problemas causas distintas, lo que muestra que no tenemos claras las razones fundamentales.

La evolución natural del capitalismo tiene incorporada ciclos y crisis, que confirman y consolidan hasta el hartazgo una característica que afecta nuestras vidas: la concentración de poder económico como un hecho inexorable.

El actual vendaval financiero mundial nos da una nueva oportunidad para reflexionar y entender dos efectos igualmente graves que se derivan de esa concentración:

- Genera una desigualdad distributiva y de oportunidades, donde los perdedores no solo tienen menos. Muchas veces no tienen nada.

- Concentra excedentes en pocas manos, que en lugar de aplicarse a la producción se derivan a casinos financieros más y más sofisticados.

Me parece importante entender que todas las crisis financieras globales tienen el mismo origen: la disponibilidad de enormes masas de dinero que se tratan como mercancía, en lugar de ser un simple medio de pago. Esas masas voladoras especulan contra la paridad cambiaria en el mundo desarrollado (la libra esterlina lo sufrió varias veces); con préstamos fáciles y caros a la periferia (México, Argentina, Indonesia y tantos otros países); con el petróleo, los metales y ahora los granos; con las fusiones y cierres de corporaciones del Norte, con las hipotecas inmobiliarias. La lógica es siempre la misma: armar el casino y ser banca, mientras se pueda, para después pedir ayuda a los Estados del mundo central.

No debemos engañarnos: las crisis siempre vienen del mundo central, donde la hegemonía del capital financiero ha aumentado sin pausa, imponiéndose a los propios gobiernos nacionales. Allí no se discute el riesgo moral del salvataje de los especuladores con el uso de fondos públicos, se practica. El gobierno de Estados Unidos privatizó su seguridad nacional después del atentado a las Torres Gemelas; facilitó enormes negocios a un puñado de corporaciones para la “reconstrucción” de Irak, y busca ahora hacerse cargo del gigantesco muerto de las hipotecas impagables.

Todos los contribuyentes norteamericanos financian el casino y son pocos los que pueden jugar. La situación, como en una cascada, se arrastra al resto del mundo, sea por contagio financiero, especulación sobre la economía real (en los precios del petróleo o de los granos) o fluctuación en la demanda de esos bienes.

Es una pésima noticia que los gobiernos de los países más fuertes no controlen la especulación sino que se sometan a ella o hasta la promuevan. Sin embargo, es un dato a considerar seriamente para diseñar nuestra política nacional, ya que es imperativo tomar distancia de ese escenario.

Para minimizar los vínculos con el casino global y sus efectos, se requieren dos grandes ejes de acción:

a) Fortalecer un sistema bancario nacional y otro regional, de fomento de la producción y el consumo.

b) Reducir la brecha entre las pocas empresas productoras de bienes y servicios y muchos consumidores (todos los habitantes). Aumentar mucho la fracción de la población que interviene directamente en la producción tiene efectos claros, ya que aumenta la posibilidad que los ahorros se dirijan a la economía real y no a la especulación.

Varios proyectos posibles –algunos en marcha– ayudarían a consolidar nuestra independencia de la locura del capitalismo central. A saber:

- El Banco del Sur y un importante banco nacional de promoción productiva, como se intenta que sea el BICE (Banco de Inversión y Comercio Exterior).

- La aplicación de impuestos importantes a las transacciones financieras.

- El bloqueo de la expansión de los fondos de siembra, expresión criolla de la hegemonía del capital financiero y de su concentración.

- Llevar a todo rincón de la Argentina la idea del desarrollo local, asociada a la satisfacción de las necesidades sociales y básicas mediante la articulación entre la promoción tecnológica y la política municipal.

- La industrialización a ultranza de la producción primaria, sea agropecuaria o minera, en el marco de un plan definido y conducido desde el Estado.

- La ejecución de planes de colaboración plurinacionales para el desarrollo productivo de las regiones más postergadas de Sudamérica, incluyendo en esta categoría al norte argentino.

Debemos fortalecer un capitalismo de Estado, como alternativa al “Estado de los capitalistas”. El escenario actual no lleva a la socialización del capitalismo, como cuasi jocosamente se ha comentado luego de las iniciativas de George W. Bush. Solo a la socialización de las pérdidas, que es lo que han hecho toda la vida.

* Presidente del INTI. (Tomado de aquí)

17.9.08

¿Y López?

Sembrar memoria para que florezca la justicia

image007 A dos años de su desaparición, su nombre, su imagen, se multiplica por las calles de la ciudad. Lo seguimos buscando. Porque no hay nunca mas sin López.

 

 

 

 

 

Gráfico3

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16.9.08

Las Bolsas o la vida

"En otro arranque de populismo estatista, el gobierno norteamericano puso 85.000 millones de dólares para evitar la caída de AIG, una de las mayores compañías de seguros del mundo. Con el objetivo de evitar un colapso financiero global, EE.UU., Europa y Japón también aportaron más de 200.000 millones al sistema bancario..."
Tomado de:
Pagina 12
"El Banco Central Europeo acaba de inyectar docenas de miles de millones de euros en los mercados para salvar a los bancos. Solo 70.000 millones en un solo día, y muchos más en los anteriores y siguientes. La Reserva Federal ha hecho exactamente igual: llegó a inyectar 50.000 millones de dólares en una jornada, y tamben otros muchos miles de millones de recursos públicos para hacerse cargo de las pérdidas de bancos en quiebra o para refinanciar a otros que están hasta el cuello como consecuencia de sus operaciones arriesgadísimas".
Tomado de:
¿No nos suena conocida esta cita?, ¿no nos trae reminiscencias del caliente diciembre de 2001 argentino?. Bueno, pero esta es nada más que otra crisis financiera, una "pequeña excepción" en la lógica neoliberal que, en consecuencia, admite remedios excepcionales, como bien señalaba Alfredo Zaiat en su columna del sábado 13 en Página 12 (ver aquí). Otra crisis bursatil y van..., ¿y ahora?, ¿qué irá a pasar?, ¿dónde pongo mi excedente? se pregunta angustiada la misma buena gente que hace solo poco mas de seis años, golpeaba cacerolas en las calles de Buenos Aires, desesperada frente al robo bancario de sus ahorros. En una excelente nota, aparecida en junio pasado a raíz del conflicto con "el campo", el periodista Gabriel Fernández, (director de “La Señal Medios” y director periodístico de la revista “Question Latinoamérica”) reconocía, con cierta amargura: "Si antes una franja apreciable de la comunidad media abandonaba su confort para cooperar con la liberación en general y con la mejoría en la vida popular en especial, ahora otro sector de ese segmento llamea y se compromete: vamos a luchar por los ricos, esa es nuestra opción. Comerciantes, profesionales, y –reitero– no pocos rascas, han resuelto considerar indignante que multimillonarios dirigentes rupestres paguen impuestos. Y aún más: evalúan disparatado que el Estado les exija blanquear parte de su producción y su personal". "... esta gentuza, comerciantes, profesionales y buscas, por sintetizar injustamente en un haz a los boludos de izquierda a derecha y del centro al vacío, no necesitó de grandes conglomerados televisivos para apoyar los avances liberal - conservadores en el 55 y en el 76. La opción por los ricos atraviesa su ser. Es un compromiso serio, coherente y de larga data. Los llevó a delatar, y a celebrar la muerte de sus hermanos sociales, cuando éstos cometieron el dislate de optar por los pobres. La opción por los ricos es toda una convicción, un programa activo, una manera de acercarse a la cúspide aunque sea como masa de maniobra". (ver artículo completo aquí).

Compartimos este análisis, porque hace rato que sabemos que la gran clase media "es una esponja, se chupa todo lo que pasó" como bien canta León Gieco, y esta convicción nos ha llevado a tristes desengaños personales, que nos son mas que granos de arena en el curso de la historia pero, en lo personal, entristecen, duelen. Tratamos de explicarnos qué fue lo que pasó, y es cierto, razones históricas nos ayudan a entender, con la dictadura y el desastre menemista crecieron como hongos este tipo de personajes cínicos, arribistas y hasta traidores a su propia clase. Pero esto no explica todo. Creemos que sucede que el aceleramiento del modelo capitalista de "sociedad de consumo", empujado por políticas organizativas y de márketing a nivel mundial formalizaron una verdadera nueva cultura: la insatisfacción programada, el sálvese quien pueda y el hedonismo individual. Y este modelo de desarrollo, cuyas raíces alcanzan las primeras décadas del siglo pasado, fue también el modelo a alcanzar para los países del llamado "socialismo real" o capitalismo de estado (...), y de buen parte de los países del tercer mundo. Susan Buck-Morss en Mundo soñado y catástrofe, muestra cómo la construcción de la utopía de masas fue el sueño del siglo XX. Cómo se trató de una fuerza ideológica impulsora de la modernización industrial, tanto en la forma capitalista como en la socialista. El sueño fue, en sí mismo, un inmenso poder material que transformó el mundo natural, confiriendo a los objetos elaborados industrialmente, así como a los entornos edificados, un deseo político y colectivo. Ese sueño terminó, no solo por la caída del muro de Berlin, sino porque la propia dinámica del capitalismo actual implica una constante reproducción de insatisfacciónes y deseos, mas allá de cualquier análisis realista de los recursos naturales y humanos disponibles y de las consecuencias de su constante explotación. En este sentido, resultan reveladoras las luchas no solo políticas sino culturales de los movimientos mas activos en nuestra américa, en Bolivia, Ecuador, Venezuela, etc., no solo esta en juego el proceso de integración de amplias mayoría populares al estatuto de ciudadanía, más que eso, lo que está en juego es el desarrollo de otro tipo de vinculación con los recursos naturales, de relación comunitaria, de otro tipo de vida. En este video de Annie Leonard (una experta internacional en sostenibilidad y salud medio ambiental, con más de 20 años de experiencia de investigación en fábricas y vertederos alrededor del mundo ). En base a su trabajo e investigación ha lanzado un excelente documental llamado La historia de las cosas. En este documental revisa los "huecos" del proceso de producción actual y mira todos esos detalles que nosotros alguna vez hemos escuchado en noticias (niños trabajadores, empresas tóxicas, deforestación) enmarcándolos en ese famoso proceso y mostrando a nuestros ojos lo defectuoso, deficiente y realmente peligroso que es.

"La historia de las cosas", traducido al español:

Algo de esto habría intuido, en medio de la catástrofe europea, el notable Walter Benjamin cuando escribió:

“El dominio de la naturaleza, así lo enseñan los imperialistas,
es el propósito de toda técnica.
Pero, ¿quién podría confiar en un maestro que, recurriendo a una palmeta,
viera el propósito de la educación en el dominio de los niños por parte de los adultos?
¿No es la educación, ante todo, la organización indispensable de la relación entre las generaciones y, por tanto, si se quiere hablar de dominio,
el dominio de la relación entre las generaciones y no de los niños?
Lo mismo ocurre con la técnica:
no es dominio de la naturaleza, sino dominio de la relación entre naturaleza y humanidad”

Walter Benjamin, 1926.

Otras lecturas: La técnica como prótesis.

Bolivia en el corazón




Acaba de concluir la reunión especial de UNASUR, Unión de Naciones Suramericanas,(ver aquí) en la Casa de la Moneda de Santiago de Chile, con un explícito apoyo a la democracia boliviana y a su presidente, Evo Morales, (recientemente ratificado con un contundente 65% de los votos en el último referéndum realizado semanas atrás) y una fuerte condena a los actos de violencia ocurridos en Pando, donde al día de hoy, se contabilizan cerca de 30 muertes y mas de 160 desapariciones de pobladores campesinos, simpatizantes, en su mayoría, del actual presidente de Bolivia. Nada es casual ni gratuito en esta castigada Bolivia, (ver aquí: Verboamérica, o nuestras recientes entradas sobre Bolivia, aquí del 10 de agosto, y aquí , del 8 de agosto pasado). Esperamos que los países integrantes de la Unión activen rápidamente los enunciados de esta declaración y no repitan la inútil y paupérrima historia de la OEA u otros intentos de "unidad", que terminaron minados por el imperio y sirviendo a sus propios fines. Mientras tanto, crece la solidaridad con el pueblo boliviano, por eso, en estos días difíciles decimos: ¡Bolivia en el corazón!.

10.9.08

A cien años del nacimiento de Cesare Pavese

Lo hemos leído con alegría, con admiración, con la sorpresa de descubrir algo parecido a un pariente lejano. En las viejas edicionesLallaRomano_ProfiloPavese de la Editorial Lautaro devoramos los versos de "Trabajar cansa" y "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos", mas tarde, conocimos algo de su obra en prosa: "Diálogos con Leucò" y "La luna y las fogatas", ambos de Editorial Losada. Y siempre nos dolió ese final, duro, ¿absurdo?. Aquí alguno de sus poemas.

Trabajar Cansa (Lavorare Stanca)

Atravesar una calle para escapar de casa

lo hace sólo un muchacho, pero este hombre que anda

todo el día las calles, ya no es un muchacho

y no huye de casa.

Hay en el verano

tardes en que las plazas se quedan vacías, tendidas

bajo el sol que ya empieza a caer, y este hombre que llega

por una avenida de inútiles plantas, se detiene.

¿Vale la pena estar sólo para quedarse siempre mas sólo?

Dando vueltas, las plazas y las calles

están vacías. Hay que detener a una mujer

y hablarle y decidirla a vivir juntos.

De otro modo uno habla sólo. Es por eso que a veces

hay un ebrio nocturno que comienza diálogos

y narra los proyectos de toda su vida.

No es ciertamente esperando en la plaza desierta

que se encuentra a alguien, pero el que anda las calles

a ratos se detiene. Si fuesen de a dos,

aun andando por la calle, la casa estaría

donde está esa mujer, y valdría la pena.

De noche la plaza vuelve a quedar desierta

y este hombre que pasa no ve ya las casas

tras las luces inútiles, no alza más los ojos:

sólo ve el empedrado, que hicieron otros hombres

con las manos duras, como las suyas.

No es justo quedarse en la plaza desierta.

Seguro que andará por la calle esa mujer

que rogándole, eche mano a la casa.

 

Fumadores de papel

Me ha llevado a oír su banda. Se sienta en una esquina

y empuña el clarín. Comienza un tumulto infernal

Fuera, un viento furioso y los golpes, entre los relámpagos,

de la lluvia hacen que la luz se vaya

cada cinco minutos. En la sombra, las caras

miran dentro asustadas, al tocar de memoria

un bailable. Enérgico, el pobre amigo

los dirige a todos, desde el fondo. Y el clarín se tuerce,

rompe el barullo sonoro, se eleva, se desahoga

como un alma sola, en un seco silencio.

 

Esos pobres latones son magullados a menudo:

campesinas las manos que aprietan las teclas,

y las frentes, tozudas, apenas miran la tierra.

Miserable sangre cansada, extenuada

por las muchas fatigas, se siente mugir

en las noches y el amigo los guía con fatiga,

él que tiene manos duras como para alzar una masa,

llevar una garlopa, arrancarse la vida.

 

Tuvo en un tiempo compañeros y solo tiene treinta años.

Fue de aquellos de después de la guerra, crecidos en el hambre.

Vino también él a Turín, buscándose la vida

y encontró la injusticia. Aprendió a trabajar

en las fábricas sin una sonrisa. Aprendió a medir

sobre la propia fatiga el hambre de los otros,

y encontró por todas partes injusticia. Intentó darse paz

caminando, somnoliento, las calles infinitas

en la noche, pero vio solamente millones de faroles

lucidísimos, sobre la iniquidad: mujeres roncas, ebrios,

vacilantes fantoches perdidos. Había llegado a Turín

un invierno, entre relámpagos de fábricas y escorias de humo,

y sabía qué era el trabajo. Aceptaba el trabajo

como un duro destino del hombre. Pero que todos los hombres

lo aceptasen y en el mundo habría justicia.

Pero se hizo compañeros. Aguantaba las largas palabras

y debía escuchar, esperando el final.

Se hizo compañeros. Cada casa tenía familias.

La ciudad estaba toda cercada por ellos. Y el rostro del mundo

estaba todo cubierto por ellos. Sentían dentro suyo

tanta desesperación como para vencer al mundo.

 

Suena seco esta noche, a pesar de la banda

que se ha instruido uno a uno. No piensa en el barullo

de la lluvia y la luz. El rostro severo

mira atento un dolor, mordiendo el clarín.

Esos ojos los he visto una noche, en que solos,

con el hermano, diez años mas triste que él

velábamos a una luz deficiente. El hermano estudiaba

sobre un inútil torno construido por él.

Y mi pobre amigo acusaba al destino

que los tiene calvados a la garlopa y a la maza

para nutrir dos viejos, no solicitados.

                               De repente gritó:

que no era el destino si el mundo sufría,

si la luz del sol arrancaba blasfemias:

era el hombre culpable. Al menos poder irse,

hacer el hombre libre, decir que no

a una vida que usa amor y piedad,

la familia, el pedacito de tierra, para atarnos las manos.

 

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos (Verrà la morte e avrà i tuoi occhi)

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos –

esa muerte que nos acompaña

de la mañana a la noche, insomne,

sorda, como un viejo remordimiento

o un vicio absurdo. Tus ojos

serán una vana palabra,

un grito callado, un silencio.

Así los ves cada mañana

cuando sola te inclinas

ante el espejo. Oh, esperanza querida,

ese día sabremos, también nosotros,

que eres la vida y eres la nada.

 

Para todos tiene la muerte una mirada.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.

Será como dejar un vicio,

como ver en el espejo

resurgir un rostro muerto,

como escuchar unos labios cerrados.

Descenderemos al abismo mudos.

PAVESE

El escritor modélico

No tuvo mujer, ni hijos, ni casa. Se hizo famoso, pero no cambió sus costumbres esquivas, la modestia, la humildad del trabajo diario.

Por JUSTO NAVARRO | © BABELIA

Había nacido Cesare Pavese en Santo Stefano Belvo, en el Piamonte, el 9 de septiembre de 1908, así que tenía 42 años cuando se mató en el Albergo Roma, cerca de la estación de Turín, el 27 de agosto de 1950. Venía de un momento de euforia: "Tienes 40 años y lo has conseguido todo, eres el mejor de tu generación, pasarás a la historia. ¿Soñabas otra cosa a los 20 años?". El penúltimo día que registró en su diario, el 17 de agosto de 1950, haciendo por primera vez en su vida balance de un año aún no terminado, celebró: "En mi oficio soy el rey". E inmediatamente se reconoció "más desesperado y perdido" que diez años antes. Dejó el diario encima de la mesa, listo para la publicación: El oficio de vivir. Vivía días de plenitud. Acababa de recibir el gran premio de la literatura italiana, el Strega, apoteósicamente, en Roma, del brazo de la actriz americana Doris Dowling, hermana de la última amada, Constance Dowling. "Este viaje tiene pinta de ser mi máximo triunfo", vaticinó Pavese.

Pero su joven amigo Italo Calvino vería en aquel viaje triunfal un síntoma del pésimo estado de ánimo del maestro, que no soportaba salir de Turín, si no era para volver al campo piamontés o visitar Roma. No le gustaba exhibirse, vivía retirado, entre su cuarto en casa de una hermana casada y la oficina. "Sólo pocos meses antes de morir, y ya en una situación psicológica que lo llevó a trastornar todos sus hábitos", se dejó festejar y hasta fotografiar para las revistas, recordaría Calvino. La única temporada que pasó Pavese en un país extraño fueron los meses en que la justicia mussoliniana lo confinó en Calabria.

Se había ido convirtiendo en el escritor de la época, la posguerra. A propósito de Trabajar cansa (1936), su primera obra de poesía, dijo: "Al menos por un tiempo, la creí lo mejor que se estaba escribiendo en Italia", aunque también apuntó en su diario: "Hacer poemas es como hacer el amor, no se sabrá nunca si la propia alegría es compartida". Quería andar los pasos de Walt Whitman, Edgar Lee Masters y Herman Melville, pero recorriendo las colinas piamontesas, los días del antifascismo y la Resistencia. Leía a Shakespeare. Escribía contra la poesía italiana contemporánea, decadente, crepuscular y hermética. Descubría inacabablemente Turín, "mi amante, y no mi madre ni mi hermana", decía Pavese, huérfano de padre a los seis años, enmadrado entre hermanas. Buscaba por Turín, "desgarrador sueño de muchachas que viven solas y trabajan", una anti-Italia, una América de Sherwood Anderson y William Faulkner. En el póstumo La literatura norteamericana y otros ensayos dio una receta para escribir novelas: "Uno se va y anda por ahí. Luego vuelve y cuenta alguna cosa. No lo que ha ocurrido. Un poco menos y un poco más. Así se escriben las novelas". A esto se le llamó neorrealismo.

Su primera novela, de 1941, Paesi tuoi ("Moglie e buoi, dei paesi tuoi", dice un refrán italiano: "Mujeres y bueyes, del pueblo de uno"), transfiguraba el Piamonte en escenario de un thriller de James M. Cain. Luchino Visconti probablemente seguía a Pavese cuando en 1942 filmó El cartero siempre llama dos veces, de Cain, con el título de Ossessione. El provincianismo fascista se escandalizó: Pavese sustituía la solemnidad de los jerarcas literarios por las jergas de la calle. Hizo con Elio Vittorini una antología prohibida, Americana. Llegó a ser cuatro veces influyente: por sus libros, por sus traducciones, por las lecturas que recomendaba a los amigos, y por el catálogo de Einaudi, editorial de la que fue director literario después de la guerra. Su patrón, Giulio Einaudi, lo recuerda entre 1945 y 1950, "años de gran actividad y serenidad, de placer por la vida", seguro de sí mismo, crítico y consejero. Eje literario de su tiempo, Cesare Pavese sería el modelo para los españoles de la generación del 50. El editor turinés Einaudi había caído en la misma redada antifascista, el 15 de mayo de 1935, que llevó a Pavese a la cárcel y al confinamiento. Pero a Pavese, apolítico afiliado desde 1932 al Partido Fascista, lo involucraron en la caída las amistades y el amor: servía de mensajero a una estudiante de matemáticas, comunista, "la mujer de la voz ronca", de la que se había enamorado y a la que encontró casada cuando volvió del destierro en Calabria. Sin novia y expulsado de las filas fascistas, anotó en su diario: "Ir al confinamiento no es nada. Volver es atroz".

"Si hay algún símbolo en mis poemas, es el símbolo del que ha escapado de casa y vuelve con alegría al pueblo, contento de sentirse solo y sin compromiso", aventuró Pavese. Aunque las mujeres siempre le parecieran seres salvajes, fatales y míticos, pocos personajes pavesianos se identifican más con su creador que la narradora de Entre mujeres solas, Clelia, que vuelve a Turín después de trabajar en Roma y recuerda "muchas cosas sepultadas, muchas tonterías cometidas", y vislumbra en la primera página, en el pasillo de un hotel, a una muchacha suicida en traje de noche, descalza y en camilla. Natalia Ginzburg dedicó a Pavese, en Las pequeñas virtudes, su 'Retrato de un amigo', en el que lo comparaba a Turín, ciudad laboriosa, testaruda, desganada, dispuesta al ocio y a soñar. El amigo podría surgir de cualquier esquina, revivido, en busca de los cafés más humosos. Vivía como un adolescente, recuerda Ginzburg. Sus días eran larguísimos, llenos de horas para estudiar, escribir, ganarse la vida y perder el tiempo. Comía rápido y poco. No dormía. A veces era muy triste, de una tristeza de "muchacho que todavía no ha tocado la tierra y se mueve en el mundo árido y solitario de los sueños".

A veces, como un héroe silencioso de novela negra, no abría la boca (en La playa había escrito: "No es una novedad que más de tres personas sean multitud, y nada se puede decir entonces que valga la pena"), pero "nos hacía más inteligentes con su compañía", recuerda Ginzburg. Aborrecía los lugares comunes, las imprecisiones. Sobrio, generoso y desinteresado, "no nos perdonaba ninguno de nuestros defectos, a los amigos". No tuvo mujer, ni hijos, ni casa. Se hizo famoso, pero no cambió sus costumbres esquivas, la modestia, la humildad del trabajo diario. ¿Le gustaba la fama? La había esperado desde siempre, explica Ginzburg, que recuerda un guiño de astucia y soberbia, juvenil, malévolo, en la mirada del amigo. Murió en un hotel de Turín, su ciudad, como un forastero.

pavA principios de 1950, cuando sentía que la realidad le daba la espalda y no le decía nada, y echaba de menos aquellos tiempos en que "incluso el dolor, el suicidio, eran vida, estupor, tensión", Pavese conoció a las hermanas Dowling, actrices de cine, y se enamoró de Constance. Entre palpitaciones, insomnio, suspiros y angustias, admitió que "la propia América, su retorno irónico y dulce", intervenía en el nuevo amor, como si aquella pasión repitiera la juvenil conquista de la literatura angloamericana. En La luna y las hogueras, dedicada a C., América tomaba una consistencia de personaje. "¿Por qué morir? Nunca he estado tan vivo como ahora, tan adolescente", se preguntó Pavese el 16 de agosto. Había pasado la primavera escribiendo guiones de cine, Amore amaro (Amor amargo), por ejemplo. "¿Qué método mejor para una mujer que quiere joder a un hombre que llevarlo a un ambiente que no es el suyo, vestirlo de modo ridículo, exponerlo a cosas en las que es inexperto?", hubiera comentado el propio Pavese quince años antes. En 1950 se decía: "Ahora por la calle, solo, hablo muy bien inglés".

En su mesa de la editorial Einaudi encontraron también el manuscrito de su último poemario, Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.