Todo parece haberse vuelto feroz, hasta el verano. Con 40º a la sombra, charlábamos con JM y el Sr. Mondongo. Frases sin réplicas, pesadas, cayendo sin consideración por efecto de este enero cruel para quien no goza de alguna pileta, piscina, pelopincho o charca y un poco de bendita sombra arbórea. Como siempre sucede, alguien dejó caer el primer brulote: este asunto de los microrrelatos es otro buen curro editorial. Si, afirmó Mondongo: más de un autor autoelogiado-descubierto-y-redescubierto-y-comentado-y-autorecomendado-por-sus-propios-colegas-de-suplemento-o-revista-cultural-de-autores-autoelogiados-descubiertos-redescubiertos-y etc. han sido adelantados en esto de escribir poco, editorializar mucho y tratar vender todo a la gilada tallerística.
Mondongo es así, contundente, rapado de lengua, ignorante del efecto de cualquier cornada entre bueyes afines. Y así siguió: ¿por qué no le dan más pelota a un Arreola por ejemplo y la terminan con vender polvora usada?.
Y bueno, digimos hoy, ya que nos estamos despidiendo por un tiempito de esta vida virtual, vamos a Arreola entonces:
Topos
Juan José Arreola
Después de una larga experiencia, los agricultores llegaron a la conclusión de que la única arma eficaz contra el topo es el agujero. Hay que atrapar al enemigo en su propio sistema.
En la lucha contra el topo se usan ahora unos agujeros que alcanzan el centro volcánico de la tierra. Los topos caen en ellos por docenas y no hace falta decir que mueren irremisiblemente carbonizados.
Tales agujeros tienen una apariencia inocente. Los topos, cortos de vista, los confunden con facilidad. Más bien se diría que los prefieren, guiados por una profunda atracción. Se les ve dirigirse en fila solemne hacia la muerte espantosa, que pone a sus intrincadas costumbres un desenlace vertical.
Recientemente se ha demostrado que basta un agujero definitivo por cada seis hectáreas de terreno invadido.
En la lucha contra el topo se usan ahora unos agujeros que alcanzan el centro volcánico de la tierra. Los topos caen en ellos por docenas y no hace falta decir que mueren irremisiblemente carbonizados.
Tales agujeros tienen una apariencia inocente. Los topos, cortos de vista, los confunden con facilidad. Más bien se diría que los prefieren, guiados por una profunda atracción. Se les ve dirigirse en fila solemne hacia la muerte espantosa, que pone a sus intrincadas costumbres un desenlace vertical.
Recientemente se ha demostrado que basta un agujero definitivo por cada seis hectáreas de terreno invadido.
FIN
(para mas datos y lecturas sírvanse llegar hasta aquí: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/arreola/jja.htm
vale la pena!!!)
¿El movimiento por "una vida lenta"(ver aquí o aquí, por ejemplo) incluye África y el todavía denominado Tercer Mundo?, ¿o es que aún no hemos llegado a ese estadío de progreso y sabiduría (por ser tan lentos, por supuesto)?
Si, a pleno sol, saliendo con dificultad de la amplia piscina de JM, el Sr. Mondongo continuaba despotricando. Esta vez sobre otra de las novedades recientes: el auge del SlowLife Movement, empujado por (y empujando) el libro-biblia "Elogio de la lentitud" del periodista canadiense Carl Honoré, recientemente invitado a nuestro país por los nada lentos de Hellmann’s Light, marca líder de Unilever en aderezos (ver nota aquí).
Con este nuevo "paradigma", ya tenemos nuevas etiquetas para el mercado de Alta Gama (traducido al criollo: con mucha plata), arremetió Mondongo. Ahora podemos sacar a la venta cualquier cosa con etiquetas, que pueden ser verdes o pastel, pero siempre será conveniente algún bucólico paisaje de fondo y ofrecer: Slow Life, Slow Food, Slow City, Slow Sex, Slow Schools y hasta Slow Dead, ¿se imaginan?, ¡espiches de venta sobre la importancia, conveniencia ¡y elegancia! de una muerte lenta, ataudes arrastrados por matungos lentísimos, y hasta lloronas de andar cansino cuyas lágrimas caen lentamente al pavimento!; en fin, se nota que estos tipos nunca padecieron a un de la Rua, concluyó Mondongo, bañado de sudor por el esfuerzo realizado, en una tarde implacable.
Bueno, mejor no apuremos la imaginación, apuntó JM, entre las risas incontenibles de quienes escuchabamos al Sr. Mondongo, que volvió a sumergirse en la pileta después de ese esfuerzo dialéctico. Entonces, pensando en algún trago refrescante, vinieron a la mente, lentamente, aquellos versos, bastante olvidados, de Antonio Machado:
CONSEJOS
Sabe esperar, aguarda que la marea fluya
-así en la costa un barco- sin que al partir te inquiete.
Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya;
porque la ida es larga y el arte es un juguete.
Y si la vida es corta
y no llega la mar a tu galera,
aguarda sin partir y siempre espera,
que el arte es lago y, además, no importa.
Antonio Machado
Y otra vez la preguntita que, en silencio, nos picó a todos: ¿nada nuevo bajo el sol?.
Y con esto nos vamos, despacio, claro, y a un lugar que no diremos (no sea cosa que se ponga de moda, le coloquen alguna etiqueta slow y no podamos pagarlo y, encima, la desaforada manada turística caiga, veloz y vorazmente, y nos arruine nuestros slow dreams).
hoo.. hoo!!
ResponderBorrarEste señor Mondongo ¿es o se hace? Parece faltarle barrio al muchacho. ¡Aguante el movimiento Slow! Claro, seguramente prefieren a los James Dean que por apuradito se estroló. Y los dejo porque me voy a mi clase de yoga. Ommmm.......
ResponderBorrarManuelita Lenteja