La luz, plena,
el paño verde, dispuesto.
A cara descubierta se acomodan
la parturienta, el muchachito de overol,
el viejo soldado y la madre ciega.
Los jugadores ubicados
sobre una mesa de húmeros y tibias,
reparten las barajas.
Silencio.
Murmullos.
Agitación.
Nadie recuerda reglas ni estrategias.
Hay que esperar que nazca la criatura
o apurar el parto,
dice la madre,
el juego es del nonato.
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